martes, 3 de julio de 2012

Haciendo un poco de historia



     Antes de la apertura petrolera éramos un país con una economía basada en la  agricultura, el modelo económico que predominaba era el   semi feudal con una fuerte presencia  del latifundio, donde se establecía una relación de sumisión, los dueños de las tierras, latifundistas y terratenientes,  llamados también los grandes cacaos y, por otro lado, los y las que sólo poseían la fuerza de trabajo, los campesinos pobres. Una de las modalidades de explotación era la “medianía”  donde los terratenientes ofrecían sus tierras en calidad de préstamos o una especie de alquiler, para explotarlas con la condición de obtener más de la mitad de la ganancia que ésta generaba. Este tipo de relación generó una serie de luchas y batallas que van desde la guerra federal, liderizada por Ezequiel Zamora, quien representaba a un sector de la sociedad de ese entonces, integrada por agricultores o campesinos  medios, que luchaban contra la expoliación de los grandes terratenientes; hasta  peleas por las tierras  más contemporáneas las cuales desembocaron en fórmulas reformistas como las agrarias, hechas por los partidos AD y COPEI, quienes la utilizaron bajo la estrategia de desarmar política y socialmente  a  la guerrilla de los años 60, la cual enarbolaba como bandera de lucha, la distribución  justa de la tierra, reformas muchas veces utilizadas con matiz politiquero y electoral pero que realmente no resolvía el problema de la injusticia social con respecto a la propiedad de la tierra.
    
Cabe destacar que en nuestro desarrollo económico-social no  ha existido un modo de producción puro,   ya que los rezagos del modo de producción feudal se combinó con  rasgos de una economía tipo  “comunidad  primitiva” como la denominó Marx (conucos, rosas, agricultura de subsistencia, etc.) y al mismo tiempo coexistían con relaciones de  producción capitalistas. De esta manera, los antiguos terratenientes o sectores oligárquicos, fueron incorporando tecnologías, introducen el salario por jornal, aspectos estos propios del modo de producción capitalista. Con la aparición de la industria petrolera,  penetran los paquetes tecnológicos para mayor explotación de la tierra al servicio de la agroindustria (monocultivos, agrotóxicos, mecanización, sistemas de riegos) por supuesto, que quienes pueden adquirir estas maquinarias son los grandes terratenientes y los(as) campesinos(as) pobres, al verse que no pueden competir, terminan vendiendo sus pequeñas propiedades a terratenientes y pasan a  trabajar para él como jornalero o jornalera. Este tipo de relación fue traída  por  la mal llamada revolución verde (finales de los 50 y años 60 del siglo pasado, cuyo argumento era acabar con el hambre del mundo y producir más desde la visión del monocultivo, fortaleciendo a la agroindustria, desplazando así a la agricultura de subsistencia (con enfoques que mantenían el equilibrio lo más parecido a lo natural).
      
Sin romper totalmente con las características de los distintos modos de producción, progresivamente se acelera el abandono del campo, el comercio pasa a ser más  lucrativo al igual que la exportación   de materia prima. El campo es muy riesgoso, hay  inseguridad, falta de vialidad, tasa de ganancia muy baja, el ciclo de siembra está sometido a eventualidades y es más largo el ciclo de retorno de capitales por la siembra que por el   comercio. Este último es  más rápido y se puede manipular más la inflación y  el acaparamiento. Partiendo de la razón fundamental del capital o como dice Meszaros su “metabolismo”, su fin último es succionar trabajo excedente y convertirlo en ganancia. Esta es una de las razones que permiten explicar por qué no hay inversión en el campo: la tasa de ganancia en este sector es menor que en el comercio, en el negocio inmobiliario o en la tasa de interés bancaria. Esta raíz estructural de nuestra economía  genera lo que se conoce como  “desproporción sectorial”: el comercio y servicios son inmensos, pero no tiene correspondencia con el tamaño de la industria y la agricultura. La burguesía de ese entonces hace mayores  inversiones en el sector terciario (comercio, servicios o exportación de materia prima), mientras que el y la campesino(a) pobre emigra hacia  las grandes ciudades en  el eje norte costero  de nuestro país, en donde el “bum petrolero” favorece un desarrollo distorsionado de dicho eje, caracterizado como economía de puerto. Estas deformaciones sectoriales responden a la lógica de la acumulación capitalista mundial donde los centros hegemónicos imponen relaciones neocoloniales  a los diversos países, incluido el nuestro, generando el abandono del campo y la imposición de enclaves agroindustriales en algunas regiones.

El régimen de producción capitalista guiado por la búsqueda de la  máxima ganancia, genera una división del trabajo que no sólo se concreta en la fábrica sino entre países y regiones del mundo. Estas determinaciones  son conocidas  como características  de la división internacional del trabajo, asociada al modelo de acumulación:
·  Mayor concentración y centralización de la propiedad en monopolios y en países hegemónicos.
·         Unos cuantos países neocolonizados y dependientes se especializan en ser proveedores de materia prima e importadores de manufacturas.
·         Se genera una relocalización industrial, donde en los países dependientes se ubican las industrias contaminantes, los países imperialistas  se aprovechan de las llamadas ventajas comparativas (mano de obra barata, materias primas abundantes, seguridad jurídica, estabilidad política, apertura comercial, etc.).

Tales premisas, se materializaron en el modelo de industrialización en Venezuela, bajo las orientaciones y visiones de las trasnacionales y los grupos monopolistas, como economía dependiente de la renta petrolera caracterizada por:
1.    Concentración y centralización  de  la propiedad (monopolio y oligopolio)
2.    Anarquía del mercado que conduce a las deformaciones y desproporciones sectoriales, ocupación distorsionada del territorio.
3.    Desarrollo de la división social del trabajo que separa las actividades manuales de las intelectuales y distancia la ciudad del campo.
4.    Subutilización de la capacidad instalada industrial, sobre diversificación de bienes y servicios, consumo enajenado.
5.    Aprovechamiento por parte de las empresas trasnacionales de las ventajas comparativas: energía, materia prima, mano de obra barata.
6.    Producción primario exportador: producción de materia prima y productos semi elaborados e importación de manufacturas derivadas de dichos productos.
7.    Control tecnológico no sólo en equipos y maquinarias, sino en patentes y licencias.
8.    Imposición de precios y contrataciones fraudulentas
9.    Alto nivel de contaminación y acumulación de pasivos ambientales.
10.  Atomización y fragmentación de las ramas de actividad al no tener la perspectiva de redes productivas y no planificar la producción. En general no se eslabona la cadena: producción, transformación, distribución, consumo.
Estos 10 indicadores de nuestra economía condujo durante décadas a la deformación estructural ya anteriormente señalada, que se constata en la desproporción de los sectores económicos: sector primario signado por la monoproducción con poco valor agregado, agricultura en ruinas, sector de servicios y comercio hipertrofiado, es decir, un crecimiento que no guarda proporción con la base agrícola-industrial, patrones de consumo importados, inducidos por capas sociales de altos ingresos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario